Tenzin
me alentaba a mirar hacía arriba, tratando que descubriera por mi mismo qué
eran esos pequeños trozos metálicos pegados al tronco del árbol, allá en lo alto. Por mientras; yo más atento a esos niños que
jugaban a mi alrededor sonriendo, observaba de reojo a una extraña mujer joven de
edad indefinida, que con sus manos y un combo, se dedicaba a partir trozos de
roca. Jamás le puse atención a lo que
Tenzin me decía; que eran unas puntas de flechas que quedaron adheridas al
tronco hace más de 300 años en una lucha entre dos facciones, que era increíble
como aún permanecían adheridas. Y yo, seguía mirando a esa mujer, como hechizado
por el entorno mismo. Allí estaba, en
las afueras de uno de las fortalezas más antiguas y famosas del Reino de Bhután; el Dzong
de Trongsa. Ya había sentido un extraño
sentimiento, un sino que me embargó, cuando desde uno de los miradores habíamos
observado a lo largo y ancho aquella espectacular fortaleza.
Un sentimiento como de una antigua pertenencia, en un ambiente que hasta ese día, me era absolutamente extraño. Y ahora, en las afueras de esas altas paredes, quedaba prendado por una mujer de una singular belleza, difícil de definir, si no fuera por la pureza de su mirada tímida. Sólo un sonido me hizo cambiar la mirada, un susurro de boca de unas pequeñas niñas, que jugaban a mi alrededor riendo como si la vida no fuera más que sonreír al que pareciera extraño al entorno, siendo que su pertenencia es más fuerte de lo que él piensa.
Dime
Tenzin;
- ¿De
qué hablan estas niñas? Porque pareciera que hablaran de mi. Como si me
conocieran tanto, que ríen cada vez que me miran.
conocieran tanto, que ríen cada vez que me miran.
- Alex, según
ellas, eres un viejo amigo de la familia, pues su madre así se los ha dicho, apenas cruzamos el umbral de la fortaleza. Te estaban esperando desde hace días y ahora
ríen porque eres más joven de lo que pensaban, aparte de que te encuentran
cómico porque vistes extraño. Entonces
piensan que su madre está loca y solo atinan a reírse.
Quedé
pensando en las últimas palabras de Tenzin, cuando de pronto sentí que algo
colocaban en mi mano. Una de las niñas
pequeñas en compañía de una de sus hermanas, me colocaba una pequeña flor en mi
mano sonriendo y diciendo algo muy en silencio.
- Que
esta flor te acompañe y guardala hasta que regreses siguiendo la senda del sol.
Tenzin,
quién traducía estas palabras, sonreía a cada momento por mientras me preguntaba; del porqué no le había dicho que antes había recorrido estas tierras. Nadie se te acerca lejos de casa,
reconociéndote como un antiguo amigo, si antes no lo has visto. Como nadie te regala flores porque si.
- Tal
vez en otra vida los conocí.... le comenté.
- Quizás fue tu mujer y estas tus niñas…quién sabe.
La vida es misteriosa y nadie viene de tan lejos para quedar prendado en
un lugar que supuestamente por vez primera pisa.
No
había terminado de decir estas palabras, cuando la mujer que yacía sentada entre
las rocas, de pronto se puso de pie y, tomando de la mano a las pequeñas que
aún sonreían a mi alrededor, se acercó sigilosamente y frente a mi cara, alzó su mano y dibujó con uno de sus dedos un círculo en mi frente. Yo, absorto ante aquella acción, quedé en
silencio y no atiné a nada mas que a mirarla fijamente a los ojos.
Y esa mañana, cuando los escasos rayos de sol
se disipaban entre la bruma que todo lo abarcaba, en aquella fortaleza, o mejor dicho: ciudadela perdida
entre los valles, encontré como uno de los círculos de la vida se cerraba, mientras la descendencia sonreía más allá de la vista y el paso del tiempo, era
como las puntas de flecha que aún adheridas al tronco, solo tenían sentido
mientras la savia llegara más alto y sus extensas ramas tocaran el cielo de
esta tierra.
super Alex, asì puedo viajar virtualmente contigo....por q se que nunca me llevarìas!!! Ja Ja Ja, lindo tu espacio, te felicito
ResponderEliminarIvana