sábado, 24 de febrero de 2018

Kora del Kailash.



(...después de muchos años de esperas y trámites, en Octubre de 2016, realicé el Kora del Kailash.  Durante tres días y junto a muchos tibetanos, caminé los 52 kilómetros entre los 4,800 msn y los 5.600 msn.  Una caminata llena de significados y de espiritualidad. Al cruzar el Drölma La, dejé atadas mis banderas de oración y presentes, en recuerdo al viejo amigo Miguel Serrano, como también a esa bella mujer que estuvo conmigo en la distancia...)


a C.


...camino por este sendero de huellas milenarias y,
pienso que el sol cae aprisa en este lado del mundo.
Sin querer rememoro atardeceres de ese otro costado,
cuando mirando sobre las heladas y blancas llanuras del manto nevado,
tomé tus cabellos,  así tus manos,
y miré esos ojos donde pude ver reflejado mi propio rostro
cerrando todo un círculo de nubes oscuras y días perdidos.

Las sombras caen sobre mis pies,
una oscuridad tenue que lenta cubre cada pisada,
la cadencia del respiro en estas alturas
y un sol despidiéndose, entre oraciones y
hombres que se postran cada tres pasos,
con recuerdos de lejanos tiempos, sueños y otras vidas,
pues el pasado cercano ya partió inexorablemente.
Avanzo lentamente, paso a paso, respiro a respiro y
fijo una vez más mi  mirada en ese otro costado,
para recrear la mirada que no tiene final.
He escrito nombres, en banderas de colores que llevo conmigo,
ellas volarán, hasta que el viento deshaga esos deseos más profundos,
danzando en la nieve, tal vez bajo la lluvia de primavera o
junto al calor de la estación del mayor peregrinaje.
Qué importa cuántos pasen orando, si de buenos sentidos
en esas banderas, fluyen vidas y memorias
amarradas desde tiempos sin medidas.

No se cuántas veces en esta vida o en la otra
he visto el sol caer o a la luna y
creo caminar nuevamente entre esas serenas aguas del Mansarovar.
Ayer he recorrido su orilla a paso lento, 
sin pensar menos hablar,
aguantando respiros, contando cuentas de mi Mala.
Manos grises y rodillas sin descanso, cubriendo serenas miradas
frente a las miles de banderolas,  que cantan al viento sus oraciones.
Mañana debo partir al despuntar el alba y
como dijo el viejo peregrino ruso, que me invitó a orar,
-y me recordó a Rasputín por sus largos cabellos-
Con fe, sólo la fe te permitirá avanzar y así terminar
Con fe -me gritó-  con una cerveza en la mano,
Tira lejos tu máquina fotográfica,
abandona eso que crees te ayudará a recordar más tarde
Fija solo en tu mirada lo que vivirás o en un trozo de papel
porque te aseguro no querrás olvidarlo y
ver después una foto será renegar tus propios pasos
Con fe, lejano amigo, fe…

Cae la noche en este caserío de Darchen,
el viento habla en un idioma que me reconoce
y el frío cala profundo, mientras acaece la oscuridad
Ladridos de perros y una vez más el sonido que se pierde,
mientras la luna tímidamente recrea su ciclo,
sobre nubes distantes y planicies que se pierden
con el asomo de una luz blanca que nos acompañará al amanecer.

Son las cinco de la mañana, cubro mi cara totalmente,
dejando sólo mis ojos al aire enrarecido y frio,
Caminamos lentamente y callados, aún el sol no despierta
y la ciudad permanece serena en esta madrugada.
El viento helado podría cortar el hablar y avanzamos.
Con fe, resuena en mi mente, con fe… y
voy contando cuentas y pronunciando una y otra vez el mantra.
Han pasado horas y cuando comienza a clarear,
miro en la distancia  manos juntas en señal de respeto,
allí se arrodillan frente a la preciosa joya de nieve, allá a lo lejos.
Banderas de oración , piedras Mani por todas partes.
Es la primera parada de este Kora, y con  ello;
la primera postración, mirando fijamente a la montaña.
Allí está, 
elevando sus blancas laderas al cielo, frente a mis ojos.
Miro, observo detenidamente, miro una vez más,
respiro profundo mientras junto las palmas de mis manos,
y las alzo sobre mi cabeza, pues en silencio he repetido el mantra.
Aquel que hice mío una tarde de un lejano marzo,
cuando la otra vida me reclamaba y mis hermanos me despedían.
Una vez más, con fe y el ruso embriagado
seguirá soñando en su próxima vida y en sus locos apuntes,
mientras yo sigo caminando con fe.

Trato de dormir, ha sido un extenuante y largo día.
Afuera el viento ruge con fuerza, la altura no me deja dormir y
pierdo el respirar, su ritmo y tal vez trozos de ésta: mi vida.
Nada me incomoda, nada me atormenta,
pienso que partir en un lugar así,
abandonar esta vida frente a esta montaña, 
es de Dioses,
y la noche sigue avanzando y me dejo llevar
entre latas que chocan y ruidos que me son ajenos.
Sueño como nunca, 
en esa otra vida, en ésta y en mis fantasmas,
mientras extrañas figuras danzan a mi alrededor,
y nada perturba el vivir en estas horas sin tiempo.
La noche corre y las nubes y la luna
Así mi vida se va entre mis dedos para regresar una y otra vez,
y esos ojos no dejan de mirarme, pues es de día al otro lado del mundo y
acá es de noche, la  más profunda y negra que haya vivido
sólo iluminada por el sentir y esa presencia.

Aún la oscuridad cubre todo, 
cuando partimos nuevamente,
Paso a paso, respiro a respiro,
caminamos a las alturas y cuando comienza a pensarse el nuevo día,
el sol nos regala el amanecer más dorado que se pueda soñar.
Sobre las laderas de esta hermosa joya, 
las nieves eternas e impolutas
degradan ese dorado oro en un blanco radiante,
mientras el viento corre aprisa y enfría los escasos respiros.
Seguimos ascendiendo, 
por un cañadón que nos hace perder la vista,
grandes rocas y arenas, trozos partidos, 
y mis pasos entre ellas.
Vamos entrando en un valle que explota en miles de colores,
más banderas de las que la mente pueda imaginar, 
innumerables, unas sobre otras,
una alfombra de oraciones al viento,
y creo caminar en el aire, 
cuando Tenzin comienza a susurrar y a cantar,
mientras une sus manos y las lleva a su cabeza.
Me cuesta respirar y el helado viento corta mi cara a ratos.
Hay poco tiempo,  
mientras pierdo mis pisadas sobre este manto.

He renacido en el Drölma La y
sigo contando cuentas del Mala en una de mis manos,
mientras torpemente ato mis banderas y dejo mis ofrendas.
Los años de espera han pasado, 
los sueños más profundos han visto la luz
y así pienso en el maestro, en el viejo amigo, 
cuando en esa lejana tarde
me habló de esta mágica montaña, que lo perseguía en sueños.
Pienso en mi Anastasia y en nuestra nueva vida,
y lo que ha tenido que suceder para que yo esté parado en este lugar,
porque ya estaba escrito que sería así y estoy extrañamente feliz,
mientras pienso en quien sabe que estoy pensando y
el tiempo se detiene porque me pertenece por segundos en este lugar.
Se me dificulta respirar, el viento corre más aprisa
y ato la última bandera de oración, 
con nuestros nombres escritos y que sólo nosotros sabemos.
Pronuncio el mantra, pues es oración sagrada y me lo debo.
Alzo  mis manos y respiro profundamente en este lugar,
mientras acaricio esta bandera, esas letras y ese nombre junto al mío.
Acá todo es imperecedero, 
está para y por siempre,
y aun cuando el viento se la lleve; porque así será,
seguiremos bailando en nuestra ronda,
la del eterno retorno, la nuestra,
en este cielo que solo le pertenece a los Dioses,
por toda esa eternidad.

Darchen, a media mañana es hermoso desde lejos,
incrustada sus casas en esa meseta que acoge la joya.
Estamos terminando el Kora 
y los días pasados, son más que un sueño, más que una vida.
Tal vez,  
la realización de esa otra vida,
la que viene, la que no nos ha dejado nunca y
este sol seguirá cayendo aprisa allí entre los hielos,
mientras yo tomaré tus cabellos una vez más,
para soltarlos al viento y así unirse a esas letras
que quedaron en una montaña lejana para siempre.

(Kora del Kailash, Octubre 2016)
















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