El exotismo, o
la búsqueda de realidades que se suponen alejadas, desconocidas por la mayoría,
misteriosas y subyugantes, puede ser considerado un motor de la fotografía
documental y de sus hacedores en un recorrido histórico. Visto así, lo exótico
puede ser, por definición, cualquier entramado social y cultural que se aleje,
y cuanto más mejor, de aquello que por próximo creemos conocer mejor.
¿Qué ocurre, sin embargo, cuando el fotógrafo
proviene de un lugar al que ya la mayoría considera convencionalmente de
magnetismo exótico? ¿Qué justificaría
entonces el viaje largo del que busca la experiencia que siempre deja un
desplazamiento? Esta es la pregunta que provoca más curiosidad frente a un
libro contundente, un objeto de peso, como “Tras las sombras del Tibet” (Desde
las Antípodas Ediciones, 2015). Su autor, Alex von Bischhoffshausen, es un fotógrafo
con residencia estable en Puerto Natales, en plena Patagonia Chilena, lugar
también de peregrinación constante de turistas y viajeros ávidos de
experimentar esa sensación existencial de estar muy lejos de casa.
¿Qué anda
buscando este fotógrafo en el Tibet que no ha podido encontrar en la Patagonia?
La respuesta está en el propio libro: una necesidad interior justificada en una
profunda devoción que se devuelve en forma de agradecimiento. Cabría deducir
también que ese agradecimiento tiene su contraparte. Lo que encontró lejos es
lo que le faltó cerca. A lo largo de las 240 páginas que reconstruyen una serie
de viajes tibetanos, el autor nos sumerge en una realidad que de antemano
creemos conocer. La calidad de seres
sociales nos somete a un bombardeo constante de imágenes que se constituyen
como tópicos de los lugares.
El fotógrafo opta
por no renunciar a nada, y quizás haya en eso una actitud de apertura mental y
desdeño de los prejuicios que pareciera inducida por la meditación, a la hora
de escoger y mostrar lo que llama su atención: paisaje y paisanaje, detalles
arquitectónicos, espacios naturales, materialidades de una cultura atractiva.
Sin embargo, conviene no llevarse a engaño. Esta construcción occidental del
libro, expresada en la abundancia de las imágenes y también en la ubicación
canónica de éstas en páginas impares, viene interrumpida por silencios
sobrecogedores, por imágenes que transcienden cualquier postal y que se elevan
por el resto desmaterializando el objeto, volviéndolo ligero y permitiendo su
vuelo.
El simple
ejercicio de despojar al libro de su sobrecubierta, ilustrada con una magnífica
imagen de inspiración cartierbressoniana, basta para encontrarse frente a un
objeto radicalmente distinto al libro occidental. Lo que vemos maravilla, una
portada blanca con un grabado tibetano en cuño seco que anticipa lo que viene después y que nos deja en un
estado de alerta. Lo que vemos no es siempre lo que parece. Y la misma
operación de despojar al libro de las tapas podría ser la clave en la lectura
de cada una de las fotografías de Alex von Bischhoffshausen. Son las imágenes
más despojadas, las más desenvueltas, las que mejor nos acercan a una
espiritualidad que aunque no siempre sea comprendida en sus matices sí permite
una conexión con ella al ser contemplada en su esencia más profunda.
Como ocurre en
muchos libros voluminosos, y éste lo es más en su número de páginas que en sus
proporciones, se esconden dentro de él otros libros posibles. Uno de ellos
podría ser la transcripción sucinta de la experiencia más frágil y cautivadora,
esa que construye las imágenes a partir de la duda de todo, incluida también la
duda de lo que es una buena imagen. Pero
el libro tiene otros aciertos. Uno de ellos es transformar este viaje, siempre
arriesgado al asomarse a los abismos de las convenciones del medio, en un viaje
propio, único y original. La narración se estructura en una suerte de capítulos
precedidos de la reproducción en página de unos objetos biográficos (una visa,
un billete de avión, unos remedios del Laboratorio Chile…) que cumplen una
función importantísima, más allá del aporte innegable que le hace al diseño:
situarnos frente a la experiencia insustituible de un viaje que no es todos los
viajes al Tibet, sino uno particular y concreto: el de un inquieto fotógrafo
patagón.
Miguel Ángel
Felipe Fidalgo
Otras Referencias:
http://josefchladek.com/book/alex_von_bischhoffshausen_-_behind_the_shadows_of_tibet#image-13
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